Sunday, May 27, 2012

Introduciendo a "Las Chicas Bravas"

Imaginen un pueblo, a la mitad del desierto sonorense done casi no llueve, 60 kms al sur de la frontera con Estados Unidos, con menos de 7 mil habitantes y que sus mayores industrias son la agricultura y el ganado. Las calles no están pavimentadas, hay una sola primaria y una sola secundaria y la preparatoria más cercana se encuentra a una hora de distancia. No hay tiendas, ni negocios y hay más gente a caballo y bicicleta que en carro. Bienvenidos a Fronteras, Sonora, hogar de “Las Chicas Bravas”.

Las Chicas Bravas son un grupo de mujeres en sus 50s y 60s que hace ya varios años decidieron tomar en sus manos su futuro y el de sus familias y crear una cooperativa para impulsar el desarrollo del pueblo donde viven. Hasta el 2002, la mayoría de las familias que vivían en Fronteras, trabajaban en una fábrica de persianas americana que operaba en el pueblo, sin embargo, la compañía decidió ese año cerrar sus operaciones y mudarlas a otro lugar, dejando una fábrica abandonada, a cientos de familias sin empleo y a todo un pueblo sin su mayor fuente de ingresos.

Las Chicas Bravas siempre habían soñado con tener su propio negocio, y es por ello que cuando la fábrica de persianas cerró, empezaron a tomar cursos para mejorarse, es ahí donde conocieron a Alicia Valenzuela. Alicia nació y estudio periodismo en los Estados Unidos, donde conoció a su esposo Roberto Valenzuela. Roberto nació en México pero fue educado en los Estados Unidos, ranchero de nacimiento pero ingeniero de profesión conoció a Alicia en la universidad y después de casarse decidieron mudarse a California, donde Roberto trabajo para Hewlett Packard y Alice comenzó el primer periódico hispano de la región. Cuando sus hijos nacieron, decidieron regresar a México, al lugar donde Roberto había heredado un rancho y han hecho su vida ahí desde entonces. Casi 20 años después de haberse mudado al rancho y de ser partes activas e importantes de su comunidad, todos en Fronteras y a sus alrededores conocían a los Valenzuela. Es ahí, en el 2005 donde Alicia comenzó a dar platicas de desarrollo personal a las mujeres de Fronteras. Poco sabían ella y las mujeres a quienes daba las pláticas que pronto harían historia en Fronteras.

Después de varios meses de pláticas, un grupo de alrededor de 10 mujeres quienes en ese entonces estaban en sus 40s, 50s y 60s decidieron formar una cooperativa pues veían que no había trabajos y que si ellas no hacían nada, nadie lo haría. Comenzaron poniendo una guardería para los niños de las mamás y papás que tenían que trabajar en el pueblo más cercano (Esqueda, a una hora de distancia), después abrieron un pequeño restaurante y finalmente, con la ayuda de Alicia, encontraron una nueva oportunidad- el reciclaje de electrónicos. Ahora, se preguntarán, ¿cómo una cooperativa de mujeres, la mayoría en sus 50s y 60s y sin títulos en ingeniería se involucraron en el reciclaje de electrónicos? Con el apoyo de Mike Rohrbach y Robin Ingenthron.

Mike es un ex-ejecutivo de IBM quien a retirarse se fue a vivir al sur de Arizona y quien dirige su propia organización no gubernamental que ayuda a reducir la brecha digital al donar computadoras a organizaciones en necesidad de ellas. Robin es un empresario nacido en Arkansas, quien se unió a los cuerpos de paz (Peace Corps) al terminar la universidad y quien antes de fundar su empresa de reciclaje de electrónicos en Vermont llamada American Retroworks y su organización sin fines de lucro llamada WR3A fue el director del programa de reciclaje del estado de Massachusetts. Robin y Mike ya se conocían y al ser contactado Mike por Alicia con relación al proyecto de Las Chicas, el inmediatamente decidió llamar a Robin para ver si le interesaba lo que estaban haciendo en México. Robin respondió al llamado, pocos meses después voló para visitar a Alicia y Roberto y conocer a Las Chicas y Fronteras y ellos junto con Mike se asociaron y crearon Retroworks de México. Con el apoyo de Robin y su compañía, Las Chicas lograron convencer al presidente municipal de Fronteras a que las apoyara y les concedió el arrendamiento indefinido del edificio que solía ser la fábrica de persianas, con la única condición de que crearan trabajos en Fronteras.

Al tener ya el apoyo de tantas personas y un edificio donde comenzar a operar, lo único que faltaba era el entrenamiento. Para esto Robin invitó a varias de Las Chicas y sus esposos a Vermont para enseñarles como desensamblar, manejar y reciclar los electrónicos de manera adecuada, invitó al técnico llamado Mariano para entrenarlo mejor en los aspectos técnicos del proceso y a un servidor para ayudarle con la traducción de manuales, reglas y lineamientos para el correcto manejo, desensamblaje y reciclaje de los electrónicos así como los procesos paso por paso para obtener el mayor valor posible de todos los componentes que hacen a un electrónico. Después de nuestro entrenamiento en Vermont, todos volvimos a Fronteras para entrenar a los demás y el resto es historia.

En lo personal siento una gran satisfacción, pues me involucré con American Retroworks por primera vez en el 2007 y desde entonces he visto como un pueblo con calles completamente de tierra, sin internet y con poco acceso a la electricidad y sin educación superior ha logrado crecer y desarrollarse gracias al reciclaje de electrónicos hecho de manera responsable y a un grupo de mujeres fuertes, decididas y perseverantes que no dejaron que ningún obstáculo las alejara de su objetivo. En verdad son dignas de admirar y me considero afortunado de conocerlas y de poder haber aportado, aunque fuera lo mas mínimo, a su causa.  

 

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